domingo, 24 de junio de 2007

El Tablón, por Juan Butvilofsky

-¿Usted es demente?-, le cuestionó un guardia de seguridad a uno de los dos locos que se estaban fugando del manicomio disfrazados de caramelos. –No, él es demente, yo soy de chocolete-, le respondió, desenvuelto, y luego escapó (risas). Si yo tuviese grandeza, no habría iniciado esta reflexión con el chascarrillo que utilizaba en los cumpleaños de quince para conquistar (sin suerte) a las señoritas. Si nuestro presidente tuviese grandeza, habría recibido al ingeniero Macri, al entrenador Russo y a Larry de Clay después de la hazaña boquense, antes de las elecciones de este domingo, tal como lo había hecho en compañía de Filmus cuando se tomó esas fotos con Rafael Savino, el riojano Díaz y el cabezón Tinelli. La grandeza es un don que está en peligro de extinción. Esta carencia se hace más evidente en los ámbitos reservados para divos y estrellas. Cuidar la quintita propia es denominador común; así es imposible construir un sueño colectivo. A la selección argentina le va como le va últimamente porque no es un equipo; es un puñado de individualidades sobrevaluadas que se desesperan por priorizar la facturación y la exposición por encima del plan grupal, sin entender que sus destinos de gloria, en este caso, están directamente vinculados a la fortuna que corra el conjunto. ¡Basta de halcones, palomas y patos –Abbondanzieris- (risas)! Que el viejo nuevo plantel que comanda el viejo nuevo Basile entierre miserias pasadas. Que ganen, que empaten o pierdan, pero con grandeza, como la que exhibió el “Turco” Mohamed, herido de muerte por una artera trampa de la tómbola que se hace llamar vida. Que traigan la Copa, y que celebren como locos, o como dementes (él es demente, yo soy de chocolete).
Juan Butvilofsky
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